lunes, 12 de febrero de 2018

Carnaval en Vigo

La semana pasada, la de la nieve en París, fue también la semana en que se anunció en mi empresa que me voy. Me quité un gran peso de encima porque es una sensación extraña saber que te vas a ir pero no poder decírselo a la gente con la que estás trabajando y colaborando en proyectos. Me quedan varias semanas de transición todavía, hasta mediados de marzo, pero ya todo resulta más cómodo. 

Completé la semana de nieve y anuncio de salida con un viaje a Vigo el fin de semana. Ahora ya lo sabe también mi familia y están todos la mar de contentos con la perspectiva de que volvamos dentro de unos meses a Madrid. El sábado di un paseo con mis padres y madrina por el Parque de Castrelos y comprobé hasta que punto mi padre ha recuperado cierta normalidad y puede caminar mucho más. Este octubre cumplirá los 90 así que esta situación, aunque inestable, no deja de ser todo un lujo. 

Fue un fin de semana de días divididos, entre las comidas y tardes en Vigo, y las cenas y desayunos en O Porriño con Ana, que ya está de vuelta en casa después de su paso por el hospital con vistas. Como eran días de Carnaval, preparó filloas y flores, y nos dimos una panzada. También empezamos a ver juntos la serie Humans, cuatro capítulos de la primera temporada. Va de robots con conciencia. Me encantaría que ya estuvieran entre nosotros; yo me pediría un par de ellos, una parejita. 

Y del futuro robótico al pasado medieval, porque me fui al Museo do Mar, mi lugar favorito en Vigo, a ver la exposición del Pergamino Vindel. Es pequeña pero mona. Yo le hubiera puesto algún audiovisual y buscado un espacio más amplio, pero bueno. Hice la visita guiada. Cuando era joven, y seguía formación musical en el Conservatorio, las Cantigas de Martin Codax eran una de mis obras preferidas. Me pone nervioso conocer la historia del Pergamino, con su descubrimiento fortuito y sucesivas ventas, y pensar que se ha salvado de milagro esta joya musical y literaria.