viernes, 20 de octubre de 2017

Reencuentro con Maruja Mallo en Madrid

Ha sido toda una suerte que esta visita familiar de mis padres en Madrid-Zaragoza coincidiera con una exposición de Maruja Mallo en una galería cerca de la Puerta de Alcalá. No era muy grande, tan solo un par de pequeñas salas, pero tenía algunas de sus obras emblemáticas y toda una serie de máscaras. Un reciente artículo de El Mundo decía que Maruja era 50% vanguardia y 50% estridencia y creo que eso explica bien porque a mi me fascina tanto el personaje como su obra desde aquella exposición mítica de Vigo

La visita a la exposición supuso el cierre del viaje a Madrid, junto el ritual de las filloas, como el año pasado. Volví a París satisfecho de cómo había salido todo y con un punto de nostalgia por estos viajes familiares que ya no se podrán repetir. Lo pasamos bien, y para mis padres y madrina fue una sobredosis de estimulación, todo un concentrado de vida social, comidas, teatros y emociones. Sin embargo, se hizo evidente que no están para muchos más viajes. Mi madre está cada vez más sorda y sigue empeñada, con el apoyo de su médico de cabecera, que con su 50% de audición está de maravilla. Mi padre se ha recuperado algo físicamente, de ahí que pudiera viajar y pueda pasear, pero está cada vez más voluble emocionalmente, lo mismo chochea con mimitos, que se pone irascible o autista. Todo un cuadro geriátrico, vamos, pero es que no dejan de tener prácticamente 90 años. Creo que lo más sensato, a partir de ahora, será visitarlos con regularidad en Galicia, en lugar de marearlos con maletas y viajes que los dejan exhaustos y alterados.