viernes, 26 de julio de 2013

Directo y diferido

Mi ruta de vuelta a casa por las tardes, al salir del gimnasio, pasa por el Hospital de St. Mary. Hace casi 3 semanas que empecé a ver el montaje de vallas y periodistas para esperar por el parto real. He pasado de vivir en la ignorancia sobre la familia real británica a enterarme que este bebé es tercero en la línea de sucesión y por lo tanto, previsiblemente, algún día será rey. El azar ha querido que esta semana pasáramos por la puerta de la sección de maternidad media hora antes de que los príncipes salieran de la clínica con la criatura. Y nos quedamos a esperarles, en vista de la expectación. Apenas vimos nada pero nos gustó igualmente vivir ese momento histórico, a medio camino de nuestro paseo diario entre el gimnasio y casa.

El desastre del tren en Santiago, en cambio, lo vivimos de forma muy diferente. Seguimos sin internet en casa y no nos enteramos hasta media mañana del día siguiente, cuando ya se hablaba de 78 muertos, y ya no quedaba duda alguna de la gravedad del accidente. Por esas ironías de la vida, ha sido una semana con dos eventos a recordar para siempre.